Discúlpeseme el título, pero es la humorada que se me ocurre para ese doble llamamiento de A la Gloria del Gran Arquitecto del Universo y al Progreso de la Humanidad
con el que se comienzan algunas planchas y se abren en ocasiones los
trabajos en L.·. Llamamiento, que en una de sus versiones admite sólo el
de al Progreso de la Humanidad, pues si lo redujéramos a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo su
proponente tendría una advertencia muy seria del V.·.M.·., y con razón,
pues estaría contraviniendo uno de los principios básicos de la
Masonería Universal: su dedicación a la mejora del género humano.
Es el Progreso de la Humanidad
el eje por el que cualquier masón, sea de la Obediencia que sea,
regular o liberal, hombre o mujer, se reconoce en su H.·. o Hna.·. como
tal y es, así, reconocido.
Cualquier
otra distinción: la mixicidad, el rito, la creencia deísta o teísta o
ninguna creencia, el símbolo… será motivo de diferencia en la
interpretación, la valoración, la importancia que le demos y por ende,
motivo de lejanía, por más que tantas otras cosas nos unan.
Entonces, ¿por qué mantener una invocación que no une más de lo que la Masonería en sí lo hace? ¿Qué virtud tiene esa invocación al GADU para que se mantenga? ¿Acaso su desaparición privaría al H.·. de su creencia? ¿Acaso se le haría de menos en la L.·.? ¿Perdería importancia su trabajo y su pensamiento en el T.·.? No lo creo.
Soy consciente de que puestas a la inversa estas preguntas, sobre si la mención a GADU hace al ateo o al agnóstico sentirse menos fraterno o incómodo con su H.·. o Hna.·. creyente tendría la misma respuesta: No.
Entonces, ¿por qué mantener una invocación que no une más de lo que la Masonería en sí lo hace? ¿Qué virtud tiene esa invocación al GADU para que se mantenga? ¿Acaso su desaparición privaría al H.·. de su creencia? ¿Acaso se le haría de menos en la L.·.? ¿Perdería importancia su trabajo y su pensamiento en el T.·.? No lo creo.
Soy consciente de que puestas a la inversa estas preguntas, sobre si la mención a GADU hace al ateo o al agnóstico sentirse menos fraterno o incómodo con su H.·. o Hna.·. creyente tendría la misma respuesta: No.
Entonces,
¿por qué plantear su eliminación como invocación ritual en las planchas
y trabajo en L.·.? Pues, en mi opinión, porque no aporta nada al
trabajo que hacemos. Porque está en el origen del cisma de la masonería
en el XIX. Pero sobre todo, porque es un “metal”, y si dejamos fuera del
T.·. los “metales” ¿qué sentido tiene que lo introduzcamos como
apertura de los trabajo? Me parece que es un contrasentido.
Cierto es que esa invocación tan etérea de Gran Arquitecto,
tan llena de interpretaciones, desde la más cercana a un ser superior
antropomorfo, pasando por la de una fuerza cósmica, a la de una
partícula quántica -pues una característica del librepensamiento es su
capacidad para ir de lo más concreto y empírico a lo más amplio y
simbólico-, es la forma más sincrética que pudiera aceptar cualquier
creyente.
Y
si esto es así -que a lo mejor no-, ¿es la fórmula del GADU el mínimo
común denominador en que cualquier masón, con un sentido de la
trascendencia, se siente cómodo? O ¿algunos preferirían una mención más
expresa y personal, más reconocible en la iconografía? No lo sé. Pero me
llama la atención la defensa que se hace de esa parcela del libre
pensamiento ligada a la invocación de algo tan polimorfo. Algo que lo es
todo y es nada en concreto.
Y
más en una Obediencia en la que se dan por superadas las Constituciones
de Anderson, tanto en el papel que le niega a la mujer como en su
apertura a cualquier ser humano sin importar su creencia religiosa o
ausencia de ella; quedando como una recomendación en su Constitución y
Reglamento el emplear las dos invocaciones: a la Gloria del Gran Arquitecto del Universo y al Progreso de la Humanidad
o, sólo, la segunda; pero en ningún caso la primera sin la segunda. Lo
que vendría a indicarnos que nuestro objetivo no es GADU, sino la
Humanidad.
En
mi opinión, es una concesión, que como la carga de profundidad que la
Constitución española de 1978 se tragó con la mención a la Iglesia
católica en su texto, tras declarar solemnemente que “ninguna religión
tendrá carácter estatal”, -si no la “tendrá”, ¿para qué la mencionas?-
introduce un ruido en el trabajo del T.·.
Si
la opción de creer o no creer en GADU es una facultad libérrima de la
conciencia de cada masón, ¿no lo tendría, en cualquier caso, presente si
no lo menciona? ¿Necesita GADU que alguien trabaje a su gloria? ¿Para
qué poner al GADU al inicio de trabajos, planchas…? No lo entiendo.
Y
esta es mi opinión, dicha sin la intención de incomodar a ningún H.·. o
Hna.·., que GADU aparte, me son más queridos que la desaparición de
este, para mí, “ruido”.
Ricardo.
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