lunes, 11 de octubre de 2010

Mujeres independientes, no víctimas

ÀSSUN PÉREZ AICART 

"A la mujer se la ayuda haciéndola independiente, no haciéndola víctima". 

Si políticos, periodistas, jueces y otros profesionales tuviesen en cuenta esta frase, muchas cosas mejorarían en nuestro país. Por ejemplo, la situación de las parejas divorciadas con hijos. Para empezar, es importante comprender que un hombre y una mujer se pueden divorciar, pero ello no implica que también lo deban hacer de sus hijos. Por otro lado, ambos tienen derecho a seguir con sus vidas de la forma más independiente posible. Y la única forma que garantiza estos dos requisitos es la custodia compartida.

Mucho se ha querido debatir sobre la custodia compartida, la mayoría de veces por personas que no conocen ningún caso. Aunque en realidad, sería necesario analizar qué es la custodia monoparental. Las separaciones son siempre traumáticas y afectan a diferentes ámbitos del ser humano: el sentimental, el social y el económico. Ninguno puede dejarse de lado. Si una pareja se separa es porque ya no tiene una buena relación, por lo que es ridículo que se exija ese requisito para obtener la custodia compartida. Es curioso que se opine que si no hay buena relación, la custodia monoparental es la mejor opción, cuando es precisamente esa opción la que no reconoce a ambos progenitores como iguales. Es necesario diferenciar el papel de una persona como progenitor y como pareja.

La custodia monoparental consolida el rol machista, según el cual, la mujer se queda a cargo de los hijos y la casa, mientras el hombre trabaja para aportar el sustento. La madre es la que compra la ropa, los alimenta, los ducha, los acuesta, mientras que el padre se hace cargo de ellos unos días al mes, normalmente festivos y estivales. La carga económica no se reparte por igual: el padre no solo paga la pensión y los gastos extraordinarios de los hijos, sino que debe hacerse cargo de los gastos de transporte para recogerlos y devolverlos al domicilio materno. Además, la pensión se establece en función del sueldo, no del tiempo que el padre pasa con los hijos, con lo que paga lo mismo un padre que los ve dos días al mes, que uno que pasa con ellos la mitad del tiempo. Finalmente, el progenitor custodio no tiene la obligación de pagar ninguna pensión por el tiempo que los hijos pasan con el no custodio. Sinceramente, nunca he entendido la razón de esta norma.

La custodia monoparental muestra a la mujer como un ser cuya única función es ser madre. Limita su promoción laboral y su tiempo libre para ampliar la vida social. Esto también conlleva que se recurra más a los abuelos maternos para cuidar a los hijos, mientras que los abuelos paternos están desesperados por poder disfrutar más de sus nietos. Tampoco tiene sentido que no se repartan los bienes gananciales de forma inmediata a la ruptura. ¿Por qué hay que esperar 20 años para romper los vínculos económicos de los cónyuges?

La custodia monoparental deja el poder de decisión en una sola parte: el progenitor custodio, que muchas veces decide unilateralmente cuestiones tan importantes de los hijos como las actividades extraescolares, lugar de residencia o colegios. Porque, seamos sinceros, la patria potestad en este país es simplemente una coletilla legal que sirve para bien poco.

En resumen, la custodia monoparental crea desigualdad y provoca que los niños vayan con las maletas arriba y abajo. Con la compartida tienen lo que necesitan en los dos hogares y padre y madre se responsabilizan de ellos por igual. Recordemos que un hogar se hace con responsabilidades y sentimientos, no con ladrillos.

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