viernes, 27 de agosto de 2010

La masonería escuela de felicidad

La etapa histórica en la que nos encontramos inmersos y en las que priman los valores ligados a la posesión, casi me atrevería a decir que a la acumulación, de cosas materiales trae consigo una insatisfacción que, al parecer, se extiende como una mancha de aceite sin que se sepa muy bien como ponerle coto.

El ser humano, quizás una pequeña parte, se va dando cuenta de que esa acumulación lejos de dar la felicidad le aleja cada vez más de ella, como consecuencia suele proliferar la búsqueda de soluciones en filosofías un tanto exóticas, para los occidentales, y en la que no falta, en ocasiones, una pizca de esnobismo.

Es una lástima que no sepamos apreciar aquello que tenemos  más cerca, adecuado a nuestra idiosincrasia, nacido de nuestra cultura y, por tanto, que nos resultará más próximo y efectivo. Me refiero a la masonería, escuela iniciática calificada de muy diferentes maneras: escuela de ciudadanos, escuela de librepensadores..... pero que en pocas ocasiones se recurre a ella como lugar en el que aprender a ser felices.

No se trata de ninguna cuestión novedosa ya que las Grandes Constituciones  Escocesas de 1786 ya definían el objeto de la Francmasonería como "la unión, la felicidadad y el bienestar de la familia humana en general y de cada ser humano en particular". Creo que doscientos años largos de historia de esta escuela bien merecen la pena ser tenidos en cuenta a la hora de encontrar una vía de escape a la angustia que esta vida vacía de todo contenido espiritual suele atenazarnos de cuando en cuando.
He dicho

martes, 24 de agosto de 2010

Helvecio y "El deseo de placer"


En su libro Los ultras de las Luces (Contrahistoria de la filosofía, IV), Michael Onfray, en el capítulo II, HELVECIO  y "EL DESEO DE PLACER", Subcapítulo 24, uno de los últimos dedicados a este filósofo, dice:
    La filosofia de las Nueve Hermanas. Helvecio era masón, miembro de la logia de las Nueve Hermanas. En  el momento de despedirnos del personaje y filosofo, nada impide proponer la hipótesis de que la totalidad de sus ideas y puntos de vista, sus proyectos y su lectura del mundo se resume en este único enunciado: en su vida y su obra, sus teorías y sus acciones, su pensamiento y su comportamiento, Helvetio formula el ideal de la masonería.

    ¿Qué es este ideal? La construcción de si mismo, la edificación existencial, la puesta al servicio de este proyecto de un conjunto de esfuerzos y de energías concentrados para la producción del hombre nuevo. Pero también la práctica del bien, la preocupación por el interés general, el deseo de reforma social e intelectual, la fraternidad erigida en regla de oro. Para ello, si su deísmo ni su celebración de una religión cívica y ciudadana son obstáculos, sino todo lo contrario. Por último, el papel que asigna a la educación, a la instrucción y a la construcción del juicio respalda esa hipótesis.

    Pues Helvetio propone  una "ciencia de la educación" que es a lo que en ultima instancia se reduce su radicalismo reformista. Si se sacrifica por alguna revolución, es por la revolución existencial del individuo, sin duda, pero también por la de la nación. Frente a tantos trabajos políticos, ante la inmensidad de la tarea, la educación presenta la ventaja de reunir todos los talleres. En efecto, la acción sobre las cosas parece mucho más eficaz cuando se actúa desde la raíz. Y la raíz es la temprana edad, tanto del ser humano como de la nación. 

viernes, 20 de agosto de 2010

Cuando la luz oscureció la tierra

Félix de Azúa
El País
12/10/2008
Hay en el norte de París una catedral truncada de la que sólo queda el ábside y parte del transepto. Es, sin embargo, el mayor edificio de su tiempo y sigue siendo uno de los fracasos más admirables del arte de la construcción. Tanto quisieron subir los muros que la nave central se derrumbó una y otra vez con el eco ominoso de Babel. Los templos góticos crecieron en menos de cien años como leves jaulas de vidrio por cuyas vidrieras entraba en haces la luz solar teñida de azul, rojo y amarillo. El interior del templo sufrió una enorme sacudida y los rayos tintados fueron expulsando geniecillos, demonios y otras potencias mágicas que aún tenían sus nidos en las covachas y hornacinas.

Eran demonios muy disminuidos que a lo largo del medievo habían pululado en las severas fábricas románicas. Allí, en la más completa tiniebla, se les pudo ver entre cirios y velones, a una lumbre engañosa que disimulaba sus rasgos paganos. Aquellos duendes y demonios habían resistido la persecución cristiana acomodados a las estatuas de los santos locales, de las vírgenes salutíferas, de los mártires de nombre ignoto, como San Protasio, en cuyas vísceras se ocultaba Pólux. Los creyentes, que habían aceptado con entereza que Diana o Selene cambiaran de hábito y ahora se cubrieran con una toca (siempre que siguieran protegiendo la fertilidad de las hembras o la salud del ganado), llevaban mil años conviviendo con brujas y magos en armonía sólo quebrada de vez en cuando por una pira en la que ardían algunos ciudadanos cuyo sacrificio era ineludible para seguir viviendo entre hechiceras y adivinos.

Todo se vino abajo cuando el obispo Suger, abad de Saint-Denis (cementerio de la corona de Francia, jardín pétreo de capetos y borbones que aún hoy sobrecoge), con el cerebro fulminado por un libro que él creía de Dionisio Areopagita, concibió una idea impía. A semejanza del emperador Constantino, vio como un mandato del cielo que los ennegrecidos templos de la cristiandad en los que sólo lucía el pabilo de las velas, recibieran una explosión de luz purificadora, para lo cual debía adelgazar los muros y sustituir la piedra por vidrio coloreado, de manera que el fuego divino limpiara de trasgos la casa de la Verdad. La Verdad, pensaba Suger, ha de ser visible, sin opacidades, clara, pura luminosidad, la Verdad quiere ante todo ver y verlo todo. Con esta ofuscación solar comenzó el inevitable camino hacia las luces.

lunes, 16 de agosto de 2010

EL viaje perpetuo

No solía mirar hacia atrás, pero había llegado uno de esos momentos en los que hay que tomar perspectiva del viaje realizado. Rememorando los tiempos pasados, el maestro recordaba los días previos a su iniciación. Los deseos de encontrar algo grande, de sacar su vida de lo común y lo cotidiano, la curiosidad y por qué no decirlo, incluso unas gotitas de ambición.
Por aquél entonces pensaba que había llegado allá donde podía llegar en soledad. Necesitaba compartir sus inquietudes con alguien más, y algo que comenzó como un juego le estaba a punto de brindar esa posibilidad.

La iniciación fue todo un desafío, una plétora de interrogantes se había dispuesto ante él y sin embargo no divisaba ninguna respuesta. Había entrado en un mundo que no alcanzaba a comprender. Su mente seguía confusa. Los primeros tiempos siempre son duros. ¿Era aquello lo que había estado buscando?

Símbolos y rituales que se iban haciendo familiares, desconocidos que dejaban de serlo. Pero, ¿cuál era el objetivo de todo aquello, cuál la razón? Había llegado esperando encontrar respuestas pero allí solo aparecían preguntas y más preguntas, al menos eso pensaba por aquel entonces. Ante aquel panorama la duda y el rechazo se abrieron un pequeño espacio entre su voluntad y su curiosidad. ¿Por qué negarlo? Todo parecía ser un obstáculo, un nuevo muro de espino que se alzaba ante él. Y así acompañado de la duda siguió caminando, al paso que pudo.

Siguió caminando…. Y encontró no una mano, encontró las de todos aquellos hermanos y hermanas que se tendían hacia él, más o menos directamente, por medio de una palabra, un gesto; se fueron convirtiendo en las moradas del camino. Fueron la experiencia que él aún no tenía. Volvió a mirar lo que veía todos los días. Escucho de nuevo. Y a solas consigo mismo descubrió el compromiso que había arraigado en su interior. Conocía bien las herramientas con las que había estado jugando tanto tiempo. Se puso a trabajar, tal como anduvo antes, a su propio ritmo…..

El maestro abrió los ojos y sonrió, seguía necesitando de otras luces, seguía habiendo preguntas por contestar. Se alzó, y continuó caminado, a su propio ritmo.

viernes, 13 de agosto de 2010

El Menú del G8

Juan Torres
Fundación Sistema
Fotos: André Kerténz y Stan Grossfeld



Comprendo perfectamente que son cosas que puede que nada tengan que ver. Que ellos (porque casi todos eran hombres) no son responsables de la cocina de la cumbre. Que quizá pueda ser demagógico lo que les escribo. Pero déjenme decir que el menú de la cena de los dirigentes del G8 que se acaban de reunir en Japón me parece una expresiva paradoja, una imagen que explica bien lo que ocurre en el globo en que vivimos, en donde los líderes disfrutan de solemnes viandas mientras que la mitad de la población mundial se muere de hambre.

Al mismo tiempo que los grandes líderes cenaban “Maíz relleno de caviar” (solo como entrante, of ocurse!) cientos de millones de personas tienen que dejar de adquirir cereales porque los especuladores han decidido que su subida de precios como consecuencia de la derivación de la producción hacia los biocombustibles es, para colmo, una buena oportunidad para resarcirse de las pérdidas en los mercados financieros.

Y mientras tomaban unos delicados “Bulbos de azucena y ajedrea” también millones de agricultores doblaban la espalda en los empobrecidos campos del tercer mundo para cultivar flores o frutas de primor con destino a los países ricos, plantaciones que el Fondo Monetario Internacional les impuso para sustituir a las que antes se destinaban a alimentar al mercado interno de sus naciones. Provocando así a continuación un efecto inevitable de desabastecimiento, costosas importaciones a renglón seguido y hambre y pobreza en la población, aunque grandes beneficios para las multinacionales y los consumidores ricos.

martes, 10 de agosto de 2010

¿Cómo crear una nueva Gran Logia o Gran Oriente?

En vista a la necesidad que tenemos los latinos de crear una Gran Logia presentamos este video que, de seguro, animará a más de uno/a a comenzar una nueva fuente de Luz Masónica.



Los subtítulos al español se pueden encontrar en View Subtitles  y luego buscar Spanish.

viernes, 6 de agosto de 2010

lunes, 2 de agosto de 2010

Carta de Tolstoy a Gandhi

Kochety, 7 de septiembre, 1910

Me alegro de saber, tras haber recibido su revista Indian Opinion, cuanto en ella se dice de los adeptos a la no-víolencia. Deseo expresarle las ideas que en mí ha originado su lectura.

Conforme tengo más experiencia de vida, y sobre todo ahora, sintiendo ya con fuerza la cercanía de la muerte, deseo transmitir con más intensidad a los semejantes lo que con tan extraña agudeza percibo y juzgo de suma entidad, esto es: cuanto tiene que ver con la no-violencia, que en lo esencial no es otra cosa sino la doctrina del amor, sin el falseamiento de las falsas interpretaciones. Que el amor, es decir, el ansia de las almas humanas por la concordia, y la actividad que de ese empeño se deriva, resulta ser la suprema y única ley de la vida humana, eso lo sabe y lo siente todo hombre en el fondo de su alma (como se puede observar con total claridad entre los niños); lo sabe mientras no está enredado en las falsas doctrinas del mundo. Esta ley fue proclamada por todos los sabios del universo: tanto indios como chinos y hebreos, griegos y romanos. Creo que Cristo la expresó con la mayor claridad cuando dijo sin rodeos que sólo en eso radican la ley suma y los profetas, pero eso no basta, previendo la manipulación que sufre y puede sufrir dicha ley, señaló además con claridad ese peligro de falseamiento, propio de los hombres que viven movidos por intereses mundanos, y el peligro de atribuirse la defensa de tales intereses mediante la fuerza, o sea -como él dijo- dando golpe por golpe arrebatar en un acto de fuerza y volver a sus dueños los objetos antes apropiados, y así una y otra vez. Sabe él que ningún ser racional puede desconocerlo: el empleo de la violencia no es compatible con el amor y como ley fundamental de la vida, pues basta permitir la violencia, no importa cuáles sean los casos, para que se reconozca la insuficiencia de la ley del amor y, por lo tanto, se niegue la propia ley. Toda la civilización cristiana, tan brillante por su apariencia, nació de este malentendido, de esta contradicción evidente y extraña, a veces consciente, pero por lo general inconsciente.